sábado, 8 de marzo de 2025

NI UN PASO ATRÁS

 ¡En casa y con la pata quebrada! Esta frase la oí alguna vez en plan jocoso, aunque maldita su gracia. La frasecita no tiene desperdicio. No les bastaba con tenernos confinadas en el hogar, sino que mejor impedidas para evitar tentaciones. Los dichos, las frases hechas, los refranes son el reflejo de la sociedad en la que arraigan. Y esa ha sido la sociedad para las mujeres durante muchos años.  

Por fortuna las sociedades avanzan. Seguramente más lento de lo que muchas desearíamos, pero avanzan.

Poco a poco se fueron abriendo puertas y ventanas de esas casas cerradas casi que con trancas. La luz, el rumor de la calle, el aire fresco, la vida detrás de las paredes entró en las viviendas al tiempo que las mujeres se aventuraron a probar suerte fuera de ellas.

Algunas, incluso, se adelantaron al momento histórico que les tocó vivir. La primera mujer que accedió a la universidad española tuvo que hacerlo de manera clandestina. Corría el año 1842 y Concepción Arenal se asfixiaba en el ámbito doméstico. Se infiltró en la Facultad de Derecho de Madrid con atuendo masculino, pues de lo contrario le habrían impedido la entrada. Nunca obtuvo título universitario, aunque sí los conocimientos para ser considerada una experta en derecho penitenciario, además de pensadora, poeta y ensayista.

Habría que esperar hasta 1910 para que se publicase un real decreto que permitía la enseñanza igualitaria a ambos sexos en estudios superiores. Desde entonces, con numerosos altibajos provocados por el contexto histórico y social, la mujer ha ido incrementando su presencia en las aulas universitarias hasta llegar a superar a los varones en porcentaje de matriculados.

Otro paso de vital importancia fue el derecho al sufragio. Hoy, con índices de abstención altísimos en cualquier convocatoria electoral, es fácil olvidar la trascendencia de esa conquista. Y creo que nunca estaremos suficientemente agradecidas a Clara Campoamor, que defendió con ímpetu la igualdad de derechos para las mujeres y la necesidad de su participación en la política. Su discurso vehemente consiguió vencer los recelos y desconfianza de la mayoría de la Cámara.

Resolved lo que queráis, pero afrontando la responsabilidad de dar entrada a esa mitad de género humano en política, para que la política sea cosa de dos, porque solo hay una cosa que hace un sexo solo: alumbrar; las demás las hacemos todos en común, y no podéis venir aquí vosotros a legislar, a votar impuestos, a dictar deberes, a legislar sobre la raza humana, sobre la mujer y sobre el hijo, aislados, fuera de nosotras”.

Las primeras elecciones en las que las españolas pudieron votar fueron en noviembre de 1933. Volverían a ejercer su derecho en 1936. Habría que esperar muchos años, hasta junio de 1977, para volver a introducir una papeleta en las urnas. 

El Código Civil de 1889, que aún está vigente, aunque con muchas operaciones de cirugía estética, definía con apabullante claridad el reducido escenario en el que las mujeres podían actuar. Paradójicamente para las casadas el espacio era aún más minúsculo, aunque se las suponía reinas y señoras de su casa. Les debían obediencia a sus maridos y precisaban de su autorización para actos tan personales como aceptar o repudiar herencias, pedir la partición, adquirir y vender bienes. Más que mujeres semejaban seres incapacitados, avalados por el solo hecho biológico de nacer mujer. Las solteras debían lidiar con groserías y exabruptos, pero gozaban de la capacidad jurídica que se les negaba a las que pasaban por la vicaría.

No será hasta 1975, con una ley que modificó el Código Civil y el de Comercio, cuando las mujeres casadas pudieron abrir una cuenta bancaria propia sin necesitar la tutela del marido. Aun así, hasta 1981 no se les permitirá algo tan básico como administrar libremente su economía.

Foto: Dolores Asenjo

Además, si erraban en la elección de su príncipe azul, no les quedaba otra que aguantarse pues el matrimonio era indisoluble.

Hubo una primera ley de divorcio en 1932 de vida muy breve, ya que en 1939 fue expresamente derogada. Esa fatídica fecha arrancó de cuajo derechos y libertades no solo a las mujeres sino al conjunto de la sociedad. Un polvo ceniciento cubrió el cielo durante casi cuarenta años.

La Constitución de 1978 supone un cambio de escenario, de tramoya y aderezos ¡Todo de estreno! En el decorado se observa un camino largo, con algún repecho, pero con firme seguro. Y ahí estamos. En el Título Primero se recogen los derechos, deberes y libertades de la ciudadanía, sin excepciones. El artículo 14 proclama orgulloso la igualdad, sin ningún tipo de tipo de discriminación.

Pero ese conjunto de derechos, libertades y principios precisa, para que no queden en cartón piedra, de normas que los desarrollen, que les insuflen vida.   A continuación, cito algunas normas que han contribuido decisivamente a que nuestra sociedad sea más equitativa e igualitaria. 

En 1981, con una importante reforma del Código Civil en materia de Derecho de familia, se reconquista el divorcio junto con la igualdad de derechos y obligaciones de los cónyuges en el matrimonio. 

Después vendría la Ley orgánica de 2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. Y bajo su paraguas nacieron los juzgados especializados en Violencia sobre la Mujer tan necesarios para juzgar tantos abusos, maltratos y feminicidios.

En 2017 se aprobó, sin ningún voto en contra, el Pacto de Estado contra la Violencia de Género, que supuso incorporar criterios de igualdad y no discriminación en las políticas públicas y la visualización y atención de otras formas de violencia contra las mujeres.

En 2022, en un escenario post manada, se aprueba la Ley orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual, más conocida como ley del solo sí es sí, que considera que cualquier interacción sexual debe contar con el consentimiento explícito de ambas partes.

En febrero de 2025 el Pacto de Estado contra la Violencia de Género ha sido objeto de renovación incorporando nuevas medidas, más presupuesto y los conceptos de violencia vicaria y digital. Ocho años después sí hay un voto en contra. VOX, que en 2017 no tenía representación parlamentaria, ha dado un no rotundo.

Y yo me pregunto atónita ¿Cómo puede haber mujeres votantes, afiliadas o dirigentes de esas siglas?  

Las leyes acostumbran a ir desacompasadas de las necesidades sociales. Aun así, son necesarias para consolidar derechos y libertades.

Las leyes progresistas son difíciles de parir. Cualquiera de las normas citadas precisó para ver la luz de esfuerzo, sudor y lágrimas. También de dolor, golpes y sangre, en demasiadas ocasiones. Por ello tenemos que velar, especialmente las mujeres al ser las que más tenemos que perder, para que pervivan. Protegerlas del tufo que emanan ultraderechas y gobiernos populistas.

Salgamos a la calle el 8 de marzo. Las mujeres para conmemorar nuestro día y el resto por solidaridad de género. Velemos por los derechos y libertades conseguidos. ¡Ni un paso atrás! Ni tan siquiera para tomar impulso.


Dolores Asenjo Gil

CARTA CARECOS

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