viernes, 10 de mayo de 2024

Totum revolutum, por Ruth Amarilis Cotto

 


No se puede encontrar la paz evitando la vida

Virginia Woolf


Se me pierden las horas. No las puedo hallar entre tanta congoja y desasosiego. Por ello, trato de iluminar mi mente, desembocar este desaliento por tu abrupta partida que es inviable e irracional.

El recuerdo cada vez más lejano e inexacto me retuerce las fibras de la memoria. Tu nombre se escapa de mis labios porque me parece divisar tu silueta entre la multitud. Me parece ver que volteas el rostro cuando escuchas que pronuncio tu nombre. Y entre este divagar de realidad y fantaseo, te añoro.

Anhelo verte desatar las ataduras que lograste forjar en mi intelecto. Al respirar el olor de esta tierra, mi mente reproduce tu imagen trastocada por el tiempo y esta vida que hoy se complace en separarnos. Verde… todo florece alrededor menos este sentimiento de desventura. El tiempo y el espacio permanecen intactos en mi bello San Claudio. Y yo sin querer continuo extraviada en lo más profundo de tu ser…

Imborrable e inalcanzable es tu amor, muy a pesar de que aprendí a aceptar un milenio de horas perdidas y despreciadas por tu orgullo de hombre. Ya no soy la niña que alguna vez te amó y retuvo tu aliento al compás del riachuelo más caudaloso de esta parroquia. Tú y yo somos escasamente residuos de un inmenso amor que estremeció la realidad pueblerina. Quizás añore un tiempo presente de un verbo mal conjugado entrelazado a un sentir transitivo ante un objeto directo e indirecto. Tal vez. Quizás. Puede ser. Y entre la disyuntiva de este desamor, existe un alma a la deriva y una sola pregunta.

¿Me amaste alguna vez?

Voy a deshojar la margarita…


por Ruth Amarilis Cotto


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