![]() |
| f.: Álvaro Fdez. Polo |
Hay historias que es mejor recordarlas...porque al recordarlas revives tú con ellas.
El abuelo se duerme. Sentado sobre su viejo sillón de caoba acaricia sus más íntimos recuerdos. Recuerdos que gravitan sobre el amplio ventanal del salón de esta Hacienda en la parroquia de Santa María de San Claudio.
Era una tarde de invierno cuando el mar enfurecido batía las gigantescas olas contra el marco del ventanal de color añil. Y él, lobo de mar opta por resguardarse del mal tiempo dentro de su despacho. La soledad le consume. Le obliga a divagar entre su pasado y su realidad más inmediata.
Me cuesta reconocerle. Ya no es el mismo. Siente que va muriendo poco…en silencio. La ausencia de sus manos es lo que más echa de menos.
Ya no sentiría más el calor que desprendían sus manos al acariciar sus ondulados hilos de plata. Alejandra es el nombre que guarda en lo más profundo de su ser; su amor primero. Hundido en su tristeza, decide releer un poema de amor que ella le entregara antes de zarpar junto a una flota pesquera rumbo al mar de Bering. El abuelo extiende su mano izquierda sobre el escritorio logrando alcanzar su par de anteojos de montura bifocal.
Y lee en voz alta:
Me he perdido en el azul de tu mirada y no lo puedo remediar.
Azul es el nombre de tus ojos.
Azul es el color del mar.
Tú que llevas este navío por la ruta del bien y el mar.
Cíñeme a tu cintura, amado mío; tú en mí yo en ti.
No descuides Capitán tu corazón porque con el tiempo te pesará.
Recuerda que no hay rumores sin tumultuoso vendaval, ni pasión
sin tempestad.
Protege mi corazón amado mío y aléjame de nuestra cruda realidad.
Paciente ha de ser el que ama y justo el que obra de buen proceder.
Ser cautos nos enseña esta vida y por causa de algún desamor no te eches a perder a la mar.
Santa María de San Claudio. ¡Cómo olvidar este lugar si fue aquí donde la conoció y donde el destino le arrebató su cariño por un golpe de mar! Rodeado de una costa impetuosa, indescriptible y sedienta de calma, se resigna a no tenerla, a no saborear su inefable amor. Costa de exuberante belleza que sutilmente impulsa la ría hasta esta parroquia. Terruño de incalculable belleza. Pedazo de tierra de naturaleza indómita. Eso eres tú… Testigo fiel de este amor.
por Amarilis Cotto

No hay comentarios:
Publicar un comentario